Mi visión personal sobre los conflictos en el sistema educativo

Desde que empecé a estudiar psicología educativa, me he dado cuenta de que los conflictos siempre van a existir en cualquier lugar donde haya personas, especialmente en las escuelas. En un aula hay muchas formas de pensar, de sentir y de actuar, y eso a veces provoca malentendidos o discusiones. Pero algo que he aprendido es que los conflictos no siempre son malos. Si se manejan bien, pueden servir para aprender, mejorar la convivencia y fortalecer los lazos entre los estudiantes y los docentes.

Uno de los conflictos más comunes que he visto es cuando dos estudiantes discuten o llegan a pelear. Por ejemplo, recuerdo un caso donde dos niñas empezaron con un simple desacuerdo, y poco a poco la situación se fue saliendo de control hasta llegar a los empujones y gritos. Todo el grupo se alteró, y fue necesaria la intervención de la maestra. Al analizarlo, me di cuenta de que el problema no era solo la pelea en sí, sino la falta de comunicación y control emocional. A veces los estudiantes no saben cómo expresar lo que sienten y terminan reaccionando con agresividad. Este tipo de conflicto es muy común en los centros educativos, y creo que ahí es donde el psicólogo tiene un papel fundamental para mediar, orientar y enseñar habilidades sociales.

Además de esos casos, también existen conflictos más grandes dentro del sistema educativo, como la desigualdad entre escuelas, la falta de recursos o de docentes capacitados. Hay centros que tienen buenas condiciones y otros donde los estudiantes deben estudiar en aulas con filtraciones o sin materiales suficientes. Eso genera frustración, desigualdad y muchas veces desmotivación tanto en alumnos como en maestros.

También están los conflictos entre alumnos y profesores, que suelen surgir por falta de respeto, desinterés o por la poca empatía en ambos lados. Y no podemos olvidar los problemas entre padres y docentes, cuando hay desacuerdos en la forma de educar o corregir. Todo esto demuestra que aún hay mucho por mejorar en la comunicación y en la convivencia escolar.

En mi investigación realizada en la Escuela José Luis Gómez Orbe, se identificó que el nivel de conflictividad es bajo a medio, pero los factores que más influyen son la falta de valores familiares, la poca comunicación, los problemas emocionales y las diferencias personales. Esto me parece muy cierto, porque muchos conflictos se originan en la manera en que cada persona maneja sus emociones o en la ausencia de diálogo en casa.

Los efectos de los conflictos pueden verse en diferentes niveles. A corto plazo, generan discusiones y mal ambiente en el aula. A mediano plazo, traen desmotivación o desinterés por aprender. Y a largo plazo, pueden causar problemas emocionales, violencia constante o incluso abandono escolar. Por eso considero que la intervención psicológica debe centrarse en la prevención, la educación emocional y la resolución pacífica de los conflictos.

Como futura psicóloga educativa, me gustaría ser una persona cercana, empática y capaz de escuchar sin juzgar. Mi sueño es ayudar a los niños y adolescentes a reconocer lo que sienten, a comunicarse mejor y a resolver sus diferencias sin recurrir a la violencia. No quiero ser una psicóloga que solo aparezca cuando hay un problema, sino alguien que acompañe desde el principio, que motive y cree espacios donde todos se sientan escuchados y comprendidos.

Sé que para lograrlo necesito fortalecer mis herramientas personales, como la paciencia, la inteligencia emocional y la comunicación asertiva. También quiero seguir aprendiendo, porque esta profesión requiere sensibilidad, ética y actualización constante. En mi vida personal practico la empatía y la comprensión, porque creo que todos tenemos nuestras luchas y que nadie merece ser juzgado por lo que está viviendo.

Siento que Dios me está guiando en este camino, y que estudiar psicología no fue una casualidad, sino parte de un propósito. Quiero ayudar, orientar y aportar mi granito de arena para que las escuelas sean lugares donde se aprenda no solo con la mente, sino también con el corazón.

Para mí, los conflictos no son un obstáculo, sino una oportunidad para crecer, mejorar y aprender a convivir. Esa es la psicóloga que quiero ser: una profesional que escucha, comprende y actúa desde el amor y la empatía.

Recordemos todos estos

“Detrás de cada conflicto, hay una historia que merece ser escuchada.”

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